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El rincón del feligrés

Dora Rivas

“La parroquia es en el barrio un faro de luz”.

¿Cómo te presentarías para que la gente de la parroquia te conozca?

Me llamo Dora Rivas y tengo 59 años; nací en Buenos Aires y vivo en España desde hace 37. Mis padres son de Zamora. Mi padre tiene 100 años y tengo un tío hermano suyo, religioso claretiano, que este año cumple 103. ¡Raza dura la zamorana! Desde hace un par de años, mis padres viven conmigo y con mi marido Rafael. Los domingos solemos ir todos juntos a misa de 12.

Rafa y yo trabajamos en OMP (Obras Misionales Pontificias). Aunque estudié Filosofía, casi siempre me he movido profesionalmente en ámbitos de comunicación de la Iglesia y esto ha sido un regalo más de Dios en mi vida. 

¿Qué te aporta la parroquia, qué crees que puedes aportar tú, qué puede aportar la parroquia al barrio?

Siempre cuento una anécdota de lo que sentí recién llegada de Argentina, cuando me quedé a vivir en Madrid. Entonces vivía sola y echaba de menos a la familia y los amigos que había dejado en Buenos Aires; sin embargo, al entrar en una iglesia y rezar, sabía que estaba en casa. Esa sensación se repite al entrar en Santa Paula. Somos la familia de los hijos de Dios y eso se nota.

La parroquia es un lugar de referencia para mi fe y el sitio donde puedo vivirla en comunidad. Santa Paula nos ofrece muchos cauces para crecer en la fe y compartirla y creo que es bueno que los aprovechemos. Yo estoy desde el principio en el Grupo Misionero; allí hay personas magníficas, sencillas, cuyo testimonio de fe es un ejemplo para mí, y aprendo mucho de ellos. En este grupo se percibe con claridad que la Iglesia es “católica”, universal, y que el Evangelio es para todo el mundo y todas las culturas, sin excluir a nadie. 

Aunque me gustaría participar en más actividades de la parroquia, (incluidas las de la Hermandad de San Blas, a la que pertenezco), en este momento, debido al cuidado de mis padres, no tengo demasiado tiempo. Aun así, esta Cuaresma pude participar en el Retiro por la mañana, y me hizo mucho bien. Pese a esta limitación, sigo muy unida a la parroquia en la Eucaristía dominical, y en mi oración personal rezando por ella, por sus sacerdotes, por sus grupos, por la comunidad parroquial en general.

Creo que lo mejor que puedo aportar a la parroquia es mi deseo de santidad y mi coherencia fe-vida, que dejan mucho que desear todavía. Bueno, ahí estamos, Dios trabaja nuestro barro.

La parroquia es en el barrio un faro de luz, un oasis de verdad y de paz en medio del ajetreo cotidiano. Cuando pienso en toda la gente que vive en tantos edificios que rodean la parroquia y en los pocos que todavía asistimos a misa, siento mucha pena. ¿Cómo anunciarles a Jesús? Pues eso, siendo santos. Tal vez sintamos que para nosotros no es posible, pero para Dios, nada es imposible. Ojalá seamos todos santos y nuestra santidad sea contagiosa.

Dora Rivas

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