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DOMINGO IV DE PASCUA

Juan 10,11-18


Comentario

Este domingo se conoce tradicionalmente como el del Buen Pastor, porque con esta hermosa imagen bíblica se nos presenta el mismo Cristo en el evangelio.

Cristo es el Buen Pastor porque conoce a sus ovejas, las llama por su nombre, da la vida por ellas, para que tengan vida y la tengan en abundancia.

Contemplamos hoy a Cristo resucitado como el Pastor que nos guía en el camino. Hemos de oír su voz, escuchar su Palabra y seguir sus huellas.

Hemos de configurar nuestra vida con la suya, dejarnos hacer por el Espíritu a su estilo. Un estilo que es cuidado y atención maternal, entrega en el servicio, solicitud para que todos tengan vida. Como decía santa Vicenta María “para que las chicas vivan bien y se salven”. Este es el estilo del Buen Pastor.

En este domingo se pide por las vocaciones al ministerio pastoral y a la vida consagrada, porque el Buen Pastor busca personas dispuestas a consagrar su vida a hacerle presente en medio del mundo, a ser signos vivos del pastoreo de Cristo ante los hermanos.

El contexto necesario para comprender este pasaje de Juan está en las fuertes tensiones existentes entre el judaísmo y la comunidad joánica en el último tercio del siglo I.

Jesús se presenta como la única puerta y el único pastor. Las autoridades judías no eran pastores buenos, ha perdido su legitimidad. El Buen Pastor, al contrario de los mercenarios, es el que está dispuesto a dar su vida por las ovejas. Ya en el Antiguo Testamento se habla de los males pastores que sólo han buscado su propio provecho y han dejado que el pueblo se dispersase, pero Dios anuncia que Él mismo será el pastor de su pueblo. (Jer 24 y Ez 34)

En el capítulo anterior se ha narrado la curación del ciego de nacimiento y el relato termina con la controversia con los fariseos, que rechazan al que había sido ciego y rechazan también a Jesús. En este contexto polémico se sitúa el discurso de Jesús sobre el Buen Pastor y por ello contrapone al pastor verdadero que se preocupa de las ovejas, de los asalariados, que no tienen cuidado de las ovejas y las abandonan cuando viene el peligro.

La imagen del pastor tiene gran importancia en todo el antiguo oriente, donde frecuentemente se compara al soberano con un pastor de su pueblo. La figura está también muy presente en el Antiguo Testamento.

A Moisés se le llama “pastor de su rebaño” (Is 63,11) Y cuando Moisés va a morir se pide que designe a Josue como sucesor para “que no quede la comunidad del Señor como rebaño sin pastor” (Num 27,17) De David se dice: “lo llevó a pastorear a su pueblo, Jacob; a Israel, su heredad. Los pastoreaba con todo empeño, los guiaba con mano experta”. (Sal 78, 70-72)

Pero en el Antiguo Testamento el mismo Dios es el auténtico Pastor de Israel. “Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño” (Sal 80,2)

“Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño de sus ovejas.” (Sal 95,7)

“Así dice el Señor: Yo mismo en persona buscaré mis ovejas siguiendo su rastro.” (Ez 34,11)

“El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.” (Sal 23, 1-3)

También el Mesías enviado por Dios es presentado bajo la figura del pastor.

“Les daré un pastor único que los pastoree: mi siervo David; él los apacentará, él será su pastor”. (Ez 34,23) También Ez 37,24 y Miqueas 5,3.

El texto de Juan presenta a Jesús como el Buen Pastor con tres rasgos característicos. El primero es que da la vida por las ovejas (v. 11) y más adelante añade que entrega la vida libremente cumpliendo así la voluntad del Padre. (v. 18)

El segundo rasgo es el conocimiento mutuo entre el pastor y las ovejas: “yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí”. Y este conocimiento mutuo, que implica amor, tiene su paralelo en el conocimiento mutuo entre el Padre y Jesús.

El tercer rasgo característico es la universalidad: “Tengo además otras ovejas que no son de este redil: también a ellas tengo que conducirlas”. Jesús no sólo es el pastor de Israel, sino de todos los pueblos y el designio de Dios es la unidad de todo el género humano “habrá un solo rebaño y un solo pastor”.

Confesamos a Cristo como nuestro Pastor, por eso queremos reconocer su voz y distinguirla en la multitud de requerimientos, estímulos y apelaciones que cotidianamente nos bombardean, para encontrar en Él la paz: “tu vara y tu cayado me sosiegan”.

José Francisco Riaza

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