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La ascensión del Señor

Marcos 16,15-20


Comentario

La Ascensión es la culminación del Misterio Pascual de Cristo. En Crucificado y Resucitado es ahora exaltado a la diestra del Padre. El mismo que bajo del cielo y tomó nuestra carne, haciéndose igual a nosotros en todo menos en el pecado, asciende ahora a la gloria del Padre. Cristo ha culminado su misión y nosotros somos ahora sus testigos en el mundo.

Escuchamos el relato de la Ascensión dos veces: una en el evangelio de Marcos y otra en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Lucas termina su evangelio con el mismo hecho con el que comienza el libro de los Hechos. La Ascensión es el momento del relevo: donde termina la misión de Cristo, comienza la misión de la Iglesia, la nuestra.

El prefacio I expresa de modo espléndido el sentido del misterio que estamos celebrando:

“No se ha ido para desentenderse de este mundo, si no que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino.”

Cuando Cristo retorna a la gloria del Padre lo hace habiendo asumido nuestra naturaleza humana, por tanto, algo nuestro ha entrado ya en la plenitud de Dios. Por eso decimos en la oración después de la comunión:

“Haz que deseemos vivamente estar junto a Cristo, en quien la nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de tu misma gloria.”

Lo que hoy contemplamos realizado en plenitud en Jesucristo es la meta de nuestra esperanza.

En este sentido escribe san León Magno en su primer sermón sobre la Ascensión.

“Así pues, la Ascensión de Cristo es nuestra propia elevación, y al lugar al que precedió la gloria de la cabeza es llamada también la esperanza del cuerpo. Hoy, en efecto, no sólo se nos confirma en la posesión del paraíso, sino que hasta hemos penetrado con Cristo en las alturas de los cielos.”

El texto evangélico que escuchamos hoy corresponde al segundo final o apéndice del evangelio de Marcos redactado posteriormente.

Contiene los siguientes elementos: el mandato misionero, la necesidad de la fe y el bautismo para acoger la salvación, los signos que acompañarán a los creyentes, la afirmación de la Ascensión y el cumplimiento del mandato misionero por los discípulos.

El mandato misionero tiene alcance universal, incluso cósmico, porque habla de anunciar a toda la creación.

La Ascensión no se relata, sino que se afirma escuetamente al estilo de las primitivas profesiones de fe. “El Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.”

El último versículo es en realidad un resumen de la actividad misionera desarrollada por los discípulos. Su predicación está acreditada por los signos que acompañan la palabra.

José Francisco Riaza

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