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Concierto de Navidad

“Vivimos un precioso homenaje musical al Niño Jesús recién nacido”

El pasado día 3 de enero, la Coral Polifónica Montpellier y el Coro de Cámara Ars Antiqua Ars Nova, con Ramona Vergoti al piano e Isaac Fernández de la Morena en la dirección, nos ofrecieron un hermoso concierto de Navidad, al que pudimos asistir, guardando la distancia de seguridad y con la mascarilla puesta en todo momento y en el que vivimos un precioso homenaje musical al Niño Jesús recién nacido.

Hacía mucho que no escuchaba un concierto en directo y un coro tan bien empastado y puedo decir, que disfruté enormemente y que después de oírlos me hubiera gustado asistir a los anteriores. 

Para mí, la pieza más entrañable de la noche fue El tamborilero, muy conocido por todos nosotros; escucharlo me llenó de nostalgia y me transportó a mis 7 años, cuando mi padre lo eligió para el concurso familiar que organizamos en casa, en el que cada uno ensayó y cantó un villancico, acompañado al piano por mi hermana, tradición que se mantuvo hasta que él falleció.  Creo que todos lo saboreamos.

La función comenzó con fuerza con una pieza, nada menos que de Haendel, que consiguió ponernos la carne de gallina: Lassa Ch’io Pianga y volveríamos a escuchar, más adelante, de este maestro, el Benedicat bovis, muy oída en muchas de las películas navideñas americanas. 

A continuación, el Ave María del compositor Giulio Caccini, que con solo dos palabras que se repitieron de principio a fin y una preciosa melodía nos hicieron sentir una inmensa paz, quizás comparable con lo que tiene que ser estar en el cielo; esta pieza, fue seguida por El sueño imposible del musical El Hombre de la Mancha con letra en español de José Luis Duval, que considerado un clásico moderno nos trasladó a la época dorada de los grandes teatros, con un exquisito sentimiento.

La canción sefardí A la nanita nana, el primer villancico de la noche, compuesto en honor del Niño Jesús por José Ramón Gomis y con letra de Juan Francisco Muñoz y Pabón, nos hizo creer que el Niño Jesús, en su cuna, se hubiera sentido arrullado por esta dulce balada.

Continuamos con tres villancicos: el primero, italiano y anónimo, Oh, Guardate begli angeli santi , la pieza más solemne de la tarde dedicada a la liturgia de la Navidad; el segundo, más popular, ¡Ay! del chiquirritín, que nos enganchó a todos, y creo que fuimos muchos los que tatareamos y cantamos por lo bajines y el último, Alegría, alegría, alegría, portorriqueño, con una letra preciosa, y que nos engañó en sus primeros compases al pensar que era otro del mismo título, gallego y más conocido por todos.

Un famoso góspel, que no podía faltar en tan melódica velada y que fue el broche de oro de la velada, Lord: I want to be a Christian, canción compuesta en el siglo XVIII por los esclavos afroamericanos de Virginia, nos hizo “bailar sentados” en los bancos de la iglesia y disfrutar de la alegría de ser cristianos. Terminó la fiesta con un bonito y animado regalo, la famosa canción Oh happy Day.

Si como decía San Agustín, “el que canta, ora dos veces” esa noche en Santa Paula se rezó mucho, con la imagen del Niño Jesús recién nacido dentro de nuestros corazones.

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